En 1489 los monjes dominicos se trasladan a este convento desde el lugar conocido como Papanaranjas de Trujillo autorizado por bula pontificia, el nuevo edificio fue construido en terrenos cedidos por el Ayuntamiento y tomó el nombre de la calle en la que está situado y de la plaza de enfrente.
En 1604 el Obispo de Plasencia Pedro González de Acebedo le concede una dote para fundar una catedra de Teología y Moral, a la que se añadió en 1619 otra de Arte y Estudios Generales.
Posteriormente en 1809 las tropas francesas saquean, destrozan, queman los altares y ultrajan sus imágenes dando muerte a su Prior, dos años después en 1811 las tropas inglesas lo convierten en cuartel, aunque los frailes volvieron en 1814, el comisario político de Badajoz reclama la extinción y reforma en 1820, siendo finalmente subastados sus bienes por Real Orden en 1836.
La fundación de este convento fue por el traslado de ocho religiosas del convento de Cabeza de Buey en 1533, a las casas llamadas del recaudador contiguo a la Iglesia de San Clemente. El beneficiado de está iglesia era Luis de la Cerda, canónigo de Sigüenza, que cedió la Iglesia a las monjas el 5 de enero de 1534. El Obispo Gutierre de Vargas Carvajal lo aprobó y dio licencia para la construcción del convento con el uso de la Iglesia de San Clemente. Ratificado por el breve de Pablo III.
En su origen pertenecía a la provincia franciscana de Santiago pero el 15 el 7 de 1548 se crea la provincia de San Miguel y pasa a pertenecer a esta.
Actualmente, las religiosas que vivían en el convento se han trasladado a otro de nueva creación y ocupa el antiguo convento el Parador de Turismo desde 1984
Tiene su origen en la fundación de un cenobio en el primer decenio del siglo XVII gracias al patrocinio del Concejo y de la familia Pizarro, que intercedieron ante el rey para que se establecieran los mercedarios en las casas de la Obra Pía de Catalina de la Cueva.
A mediados del siglo XVII se trasladaron a este otro lugar, donde construyeron su convento entre 1660 y 1680, interviniendo en las obras los maestros de arquitectura Francisco Díaz y Alonso Ramos.
La guerra de la Independencia ocasionó serios destrozos en el convento de la Merced, y en 1820 fueron exclaustrados sus frailes.
El Padre de la Cueva, sacerdote trujillano y don Francisco Sánchez, son los que consiguieron que se construyera el convento para Religiosas de la Orden Clarisas Descalzas de la 1ª Regla de Santa Clara, Orden fundada por Francisco de Asís. Ellos iniciaron las trámites en Madrid, donde se desplazó el Padre Cuevas para proponer la fundación al Padre Comisario de la Orden de Clarisas Descalzas de la 1ª Regla de Santa Clara y en principio obtiene la aprobación necesaria, subordinándola al visto bueno de la Superiora del Convento de las Descalzas de Princesa, casa Madre de la Orden, las cuales no pusieron ningún impedimento.
Inauguraron con la colaboración de dos hermanas beatas de Plasencia que se instalaron inicialmente en unas casas colindantes que habían donado unas devotas. Pronto dejarían atrás las penurias económicas debido a la gran devoción que levantó en Trujillo este convento. El Obispo de Plasencia Martín de Córdoba y Mendoza dio licencia el 18 de agosto de 1574 para levantar en nuevo edificio.
Entraron a vivir junto con nobles doncellas en su nuevo alojamiento el 8 de septiembre de 1574, bendiciéndose el 29 de ese mismo mes bajo la advocación de San Antonio de Padua. El templo tardó dieciséis años más en ser finalizado.
La fecha de fundación es del 6 de septiembre de 1574 por el Obispo de Plasencia Martín de Córdoba y Mendoza y para ello se trasladaron religiosas de las Descalzas Reales de Madrid.
A partir de 1629 que se instala el convento de la merced ocurren problemas de convivencia entre las dos comunidades.
Contaron con donaciones de Ana de Austria y Felipe II, Felipe III, Felipe IV, el concejo trujillano y el obispo placentino entre otros.
Se destruyó parte del convento durante la invasión francesa, pero a pesar de la belicosidad nunca estuvo cerrado, pues algunas monjas se negaron a abandonarlo.
Por el clima de antirreligioso que se respiraba a consecuencia de la proliferación de la masonería y los decretos de Mendizábal tuvieron que partir las religiosas a cobijarse en el convento de Santa Clara de la misma ciudad.
El inmueble fue vendido por vía judicial y actualmente se encuentra un establecimiento hotelero en sus instalaciones después de su rehabilitación
El origen del convento hay que situarlo en plena expansión de la observancia, apoyada por los Reyes Católicos y el Cardenal Cisneros. La bula papal de Alejandro VI, de 31 de octubre de 1500, donde establece que los franciscanos se asienten en Trujillo, usando para ello el solar de una antigua mezquita. Un año más tarde, el 8 de diciembre de 1501, los Reyes Católicos mandan una carta al obispo de Plasencia cediendo a los observantes de Trujillo una mezquita que poseían los árabes, a fin de hacer en ella un convento.
La fundación fue completada con lo que estipulaban varias cédulas, así tenemos la de 15 de abril de 1502 en la que se adhiera al convento una mezquita, la del 14 de septiembre del mismo año por la que se establece la venta de casas para el convento, o la de 25 de noviembre de 1505, año en que comienzan las obras, en la que se ordena compra de terrenos para el mismo fin. En 1513 la comunidad de frailes estaba asentada en el convento.
Las obras de la iglesia finalizaron en noviembre de 1599, inaugurándose el templo el 26 de mayo de 1600; data también de entonces el claustro, pero no así la cúpula y la linterna del crucero, que se realizaron durante el siglo XVIII
En 1835 el convento cierra sus puertas debido a la exclaustración decretada por Mendizábal.
Este convento habitado por monjas de clausura de la Tercera Orden Regular Franciscana está situado en la calle San Pedro en un edificio antiguo del año 1493, que entonces se llamó de San Pedro y Santa Isabel.
La fundación se hace bajo la advocación de San Pedro a finales del siglo XV. Existen diferentes fuentes que dan como benefactor de la fundación a García Sánchez, párroco de Santa María la Mayor, quien legaba en su testamento de 1493 una cantidad como renta anual y terrenos en una dehesa cercana al pueblo, o a la propia reina Isabel I, y después a su nieto Carlos I, quienes iban haciendo donaciones tanto anuales como de forma puntual para ayudar económicamente a la comunidad de religiosas.
Ya en el siglo siguiente, concretamente en 1528, el convento sufre un incendio que obligó a hacer una casi completa reconstrucción. Aprovecharían esta obra para ampliar la casa, ampliación que se haría entre 1581 y 1585.
En el siglo XIX vuelven a darse algunos episodios que afectan a la comunidad. Durante la Guerra de Independencia el edificio resulta dañado. También la desamortización de Mendizábal de 1835 tocaría a esta comunidad que perdería parte de su patrimonio. A finales del mismo siglo XIX logran recuperarse y volver a restaurar las partes dañadas del convento.
A pesar de los contratiempos, el convento de San Pedro ha logrado mantenerse hasta la actualidad. Subsisten gracias a sus reconocidos trabajos de confección y bordados tanto por encargo como para grandes comercios a nivel nacional.
Las comunidad de monjas dominicas de Trujillo tuvieron un primer asentamiento una antigua sinagoga expropiada y cedida por los Reyes Católicos en 1492 a las dominicas.
En ll año 1502 las monjas se mudaron a la antigua ermita de San Miguel, donde se asentaron de manera definitiva y fundaron el convento bajo la advocación de Santa Isabel y San Miguel. Una primera reforma del espacio conventual tuvo lugar en 1565, estando al frente de ésta el arquitecto Francisco Becerra, después, en el siglo XVII las obras se centrarían en la iglesia.
El convento contó con el patrocinio de poderosos personajes de Trujillo, como el capitán Martín de Meneses, que fue enterrado junto a su mujer en una capilla de la iglesia conventual, y cuyo sepulcro fue terminado de construir en 1587.
En la actualidad esta ocupado por monjas dominicas
Según historiadores de Trujillo el Convento de las Jerónimas fue construido sobre el palacio solar de los Vargas, fundado hacia el siglo XIII, aunque el dato que se tiene más antiguo de su existencia es del año 1478 (siglo XV), que es la fecha de una donación que hicieron los Reyes Católicos a este convento. El monasterio no se ha construido de nueva planta, sino que fue una casa o palacio.
En el año 1966 la Comunidad se trasladó al Palacio de San Carlos de esta misma Ciudad, ya que el Monasterio de Santa María de la Concepción (el actual Convento) amenazaba ruina, el palacio al que se trasladaron fue cedido temporalmente por el Duque de San Carlos, emparentado con la Madre Cristina de Arteaga, hija de los Duques del Infantado, el traslado ha durado 45 años y la restauración del antiguo convento duró 20 años, hasta el 24 de noviembre de 2010 que regresaron al convento originario.
Surgió siguiendo el espíritu de San Jerónimo y Santa Paula, un grupo de ermitaños castellanos encabezados por Pedro Fernández Pecha y Fernando Yáñez de Figueroa, los cuales resolvieron sujetarse a vida cenobítica. Gregorio XI les concede esta gracia, aprobando la orden el 18 de octubre de 1373, les otorga la Regla de san Agustín, les permite que puedan hacer constituciones propias y que se llamen hermanos o ermitaños de San Jerónimo. Comienza la evolución por constituir en monacato regular lo que tan espontáneamente nacía al soplo del Espíritu Santo. Ya en 1415, fecha de la unión de la Orden, pueden contarse 25 monasterios. Siguen las fundaciones hasta llegar, en España, a 46 monasterios cuando llega la revolución liberal del siglo XIX.
La nefasta Desamortización de Mendizábal (1835) deja la Orden de San Jerónimo totalmente suprimida. Los 46 monasterios existentes, con los alrededor de mil monjes que en ellos residían, desaparecen. La suerte de estas casas fue muy diversa: las más acabaron en ruinas, otras fueron rescatados por la Iglesia o entregados a otras órdenes religiosas, otras quedaron convertidas en cualquier cosa: fábrica de cerveza, cebadero de cerdos, fincas de recreo…
Hay dos intentos de restauración, uno en El Escorial (1854) y otro en Guadalupe (1884), por monjes exclaustrados, pero que no llegaron a cuajar.
Existían monasterios jerónimos en Portugal, pero en aquella misma época también a ellos les afectó otra exclaustración en 1834. Traspasado el umbral del siglo XX se proyectan otros intentos con muy buena voluntad, pero de poca o casi ninguna consistencia.
Junto a los Jerónimos, surgen las monjas Jerónimas. Todo un linaje de claras y virtuosas mujeres que siguen sus huellas, como en otro tiempo las santas Paula y Eustoquia siguen a Jerónimo. Esta rama comienza en Toledo. Un grupo de mujeres de santa vida, entre las que destacan María García y Mayor Gómez, empiezan ejercitándose en obras de humildad y caridad y, por fin, se retiran a una casa de su propiedad para consagrar sus vida a Dios en oración y penitencia. Alma de esta floración es fray Pedro Fernández Pecha que en 1374 fundaba el Monasterio de Santa María de La Sisla en las proximidades de la ciudad. Este primer brote dio origen al Monasterio de San Pablo de “beatas de San Jerónimo”, como se las comenzó a llamar. Se mantienen con gran fama de observancia y santidad y se propagan por distintos lugares de España.
El 10 de agosto de 1218, san Pedro Nolasco fundó en Barcelona la Orden de la Virgen María de la Merced de la redención de los cautivos, con la participación del rey Jaime de Aragón y ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou.
Por la confirmación del Papa Gregorio IX, el 17 de enero de 1235, la Iglesia testificó la acción del Espíritu Santo en la fundación de la Orden; la ratificó en la práctica de la regla de San Agustín; le dio carácter universal incorporándola plenamente a su vida y sancionó su obra como misión en el pueblo de Dios.
Entre 1776 y mediados del s. XIX se producen las últimas redenciones de cautivos,11 por lo que desde ese momento se hace necesario redefinir las funciones de la Orden. Así, desde la restauración de la Orden en 1880 por el Maestro General P. Pedro Armengol Valenzuela, se produjo una reflexión para profundizar en cuál debía ser la tarea de los mercedarios en los nuevos tiempos.
A partir de ahí, abren colegios y se establecen misiones. Destaca también su presencia en las guerras de los Grandes Lagos Africanos
En las Constituciones de la Orden, en vigor, de 1986 se definen sus actividades